lunes, 20 de diciembre de 2010

Poemas de amor

El amor ha sido un tema recurrente en la lírica de todos los tiempos. Desde las cantigas d'amigo hasta Lope de Vega, Pedro Salinas, Juan Ramón Jiménez o José Agustín Goytisolo, han sido muchos los que han escrito inspirados por este sentimiento. Puede tratarse de un amor conyugal, paterno-filial, un amor platónico, el amor a la tierra de cada uno o el amor hacia una persona que se ha perdido, ¡hay tantas y tantas vertientes!...


Soneto, Lope de Vega

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.






Poema 20, Pablo Neruda
Puedo escribir los versos más tristes está noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».

El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


Palabras para Julia, José Agustín Goytisolo


Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable,
hija mía es mejor vivir con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada,
te sentirás perdida o sola,
tal vez querrás no haber nacido,
yo se muy bien que te dirán que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado,
entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
Un hombre solo
una mujer
así tomados de uno en uno
son como polvo
no son nada,
pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otros hombres,
tu destino está en los demás,
tu futuro es tu propia vida,
tu dignidad es la de todos,
entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino,
nunca digas no puedo más y aquí me quedo,
la vida es bella
tú verás como a pesar de los pesares
tendrás amor
tendrás amigos.
Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es será todo tu patrimonio,
perdóname no sé decirte nada más,
pero tú comprende que yo aún estoy en el camino,
y siempre siempre acuérdate de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.




domingo, 19 de diciembre de 2010

Los clásicos también son divertidos: Cervantes y El Quijote

El Quijote constituye una muestra de los géneros de su época: desde el esquema básico de la novela picaresca, el género pastoril, las novelas de aventuras, los cuentos, los diálogos literarios o la poesía amorosa. Un aspecto destacable de la obra es la parodia de los libros de caballerías. Hay una clara crítica a este tipo de lecturas que siempre mantenían una misma estructura: un caballero valeroso y apuesto que sufría una serie de desventuras y se enfrentaba a diversos peligros de los que siempre salía airoso, con el fin de conquistar el amor de una bella dama. Cervantes nos presenta, en cambio, un personaje ya entrado en años, alto y desgarbado, seco de carnes y de triste figura, que pierde el juicio tras la lectura de los citados libros de caballerías. Acompañado por un escudero-labrador y rodeado de diversos personajes, sufrirá todo tipo de tribulaciones que Cervantes acompaña de una agridulce grandeza ética y estética.





Capítulo III. Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero
[...]El ventero, que, como está dicho, era un poco socarrón y ya tenía algunos barruntos de la falta de juicio de su huésped, [...] por tener qué reír aquella noche, determinó de seguirle el humor; y así, le dijo que andaba muy acertado en lo que deseaba y pedía. […] Díjole también que en aquel su castillo no había capilla alguna donde poder velar las armas [...]; pero que, en caso de necesidad, él sabía que se podían velar dondequiera, y que aquella noche las podría velar en un patio del castillo; que a la mañana, siendo Dios servido, se harían las debidas ceremonias, de manera que él quedase armado caballero.[…]Se dio luego orden como velase las armas en un corral grande que a un lado de la venta estaba; y, recogiéndolas don Quijote todas, las puso sobre una pila que junto a un pozo estaba, y, embrazando su adarga, asió de su lanza y con gentil continente se comenzó a pasear delante de la pila; y cuando comenzó el paseo comenzaba a cerrar la noche.
[...]Llegó otro (arriero) con la mesma intención de dar agua a sus mulos; y, llegando a quitar las armas para desembarazar la pila, sin hablar don Quijote palabra y sin pedir favor a nadie, soltó otra vez la adarga y alzó otra vez la lanza, y, sin hacerla pedazos, hizo más de tres la cabeza del segundo arriero, porque se la abrió por cuatro[...].


Capítulo XXI. Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras cosas
De allí a poco, descubrió don Quijote un hombre a caballo, que traía en la cabeza una cosa que relumbraba como si fuera de oro, y aún él apenas le hubo visto, cuando se volvió a Sancho y le dijo: […]Si no me engaño, hacia nosotros viene uno que trae en su cabeza puesto el yelmo de Mambrino, sobre que yo hice el juramento que sabes.
–No sé nada –respondió Sancho–; mas, a fe que si yo pudiera hablar tanto como solía, que quizá diera tales razones que vuestra merced viera que se engañaba en lo que dice.
[…]Es, pues, el caso que el yelmo, y el caballo y caballero que don Quijote veía era esto: […]venía el barbero, y traía una bacía de azófar; y quiso la suerte que, al tiempo que venía, comenzó a llover, y, porque no se le manchase el sombrero, que debía de ser nuevo, se puso la bacía sobre la cabeza; y, como estaba limpia, desde media legua relumbraba. Venía sobre un asno pardo, como Sancho dijo […]. Y cuando él vio que el pobre caballero llegaba cerca, sin ponerse con él en razones, a todo correr de Rocinante le enristró con el lanzón bajo, llevando intención de pasarle de parte a parte; mas cuando a él llegaba, sin detener la furia de su carrera, le dijo:
–¡Defiéndete, cautiva criatura, o entriégame de tu voluntad lo que con tanta razón se me debe!
El barbero, que, tan sin pensarlo ni temerlo, vio venir aquella fantasma sobre sí, no tuvo otro remedio, para poder guardarse del golpe de la lanza, si no fue el dejarse caer del asno abajo; y no hubo tocado al suelo, cuando se levantó más ligero que un gamo y comenzó a correr por aquel llano, que no le alcanzara el viento. Dejóse la bacía en el suelo, con la cual se contentó don Quijote […].

Tenemos a un Quijote que, tras creerse nombrado caballero andante va a recorrer polvorientos caminos con la intención de desfacer entuertos y salvar doncellas hasta verse, mediante estos sacrificios, digno merecedor del amor de su dama, Dulcinea del Toboso. Desde luchar contra molinos de viento o cueros de vino tinto, liberar a los galeotes presos, creer que una posada era un castillo o una palangana de barbero un yelmo de oro hasta la imitación de la penitencia de Amadís de Gaula para lo cual decide quedarse en Sierra Morena en la que desnudándose con toda priesa los calzones, quedó en carnes y en pañales,y luego, sin más ni más, dio dos zapatetas en el aire y dos tumbas, la cabeza abajo y los pies en alto, descubriendo cosas que, por no verlas otra vez, volvió Sancho la rienda a Rocinante y se dio por contento y satisfecho de que podía jurar que su amo quedaba loco, a lo largo de todas estas aventuras, el Quijote va conquistando, no castillos ni riquezas ni el amor de ninguna dama, pero sí el corazón del lector, que quedará para siempre prendado de este entrañable personaje.


viernes, 17 de diciembre de 2010

♪♫♪♫♫♪♫♪♫ Un poco de música ♪♫♪♫♫♪♫♪♫

El Romancero viejo incluye un gran número de romances que eran cantados por los juglares y por el pueblo desde mediados o fines del siglo XIV, y a lo largo de todo el siglo XV. Es una poesía de tradición oral y de carácter narrativo. El romance es un poema formado por una serie indefinida de versos octosílabos, de los cuales los versos pares riman en asonante y los impares quedan libres.

Los primeros romances tienen su origen en fragmentos de los antiguos cantares de gesta según la tesis tradicionalista. Originariamente, fueron compuestos para ser recitados al son de un instrumento. Según Menéndez Pidal: "Los oyentes se hacían repetir el pasaje más atractivo del poema que el cantor les cantaba; lo aprendían de memoria y al cantarlo ellos, a su vez, lo popularizaban, formando con esos pocos versos un canto aparte, independiente: un romance". El pueblo al aprenderlos utilizó la forma más fácil y breve; de forma que el segundo hemistiquio del cantar de gesta pasó a ser el segundo verso del romance y así sucesivamente. Más tarde, los juglares compusieron otros muchos romances inventados por ellos, generalmente más extensos y con una temática más amplia dónde daban noticias, recogían leyendas populares, etc.

Frente a la tesis tradicionalista, encontramos la denominada tesis individualista que sostiene que los romances fueron creados desde un principio como género independiente de los cantares de gesta. Este género habría surgido por un acto de invención de algún poeta con el que consiguió un inmediato éxito.

Los romances presentan un lenguaje claro y sencillo. A causa de la transmisión oral de los romances a lo largo de los siglos, podemos encontrar varias versiones de un mismo poema. Conservamos un gran número de romances viejos porque en los siglos XV y XVI se recopilaron en Cancioneros o Romanceros. Sin embargo, también existen otras vías por las que se transmiten este tipo de composiciones:

1- Pliegos sueltos conservados en
algunas bibliotecas.

2- La tradición oral moderna

Entre las clases de romances encontramos los históricos, los épicos y los líricos o novelescos. Los históricos tratan sucesos correspondientes al siglo XV aunque los hay anteriores. Los épicos desarrollan temas propios de los cantares de gesta. Finalmente, los líricos o novelescos suelen contar historias de amor dónde las mujeres suelen tener el protagonismo fundamental.

Podemos diferenciar diversas funciones en los romances. Principalmente, la función de estas composiciones era el entretenimiento. Se narraba una historia interesante de modo que fuera comprensible para el auditorio. Otra función es la de dar a conocer hechos de la historia más o menos reciente aunque no por ello este tipo de composiciones son fieles a la realidad histórica. Por último, también eran usados por el pueblo para acompañar las tareas del campo o del trabajo en grupo, durante las faenas domésticas, etc.






En la actualidad, podemos encontrar composiciones pertenecientes al romancero viejo interpretadas por grupos de música:






ROMANCE DE LA DONCELLA GUERRERA

Pregonadas son las guerras de Francia para Aragón,
¡Cómo las haré yo, triste, viejo y cano, pecador!
¡No reventaras, condesa, por medio del corazón,
que me diste siete hijas, y entre ellas ningún varón!
Allí habló la más chiquita, en razones la mayor:
—No maldigáis a mi madre, que a la guerra me iré yo;
me daréis las vuestras armas, vuestro caballo trotón.
—Conoceránte en los pechos, que asoman bajo el jubón.
—Yo los apretaré, padre, al par de mi corazón.
—Tienes las manos muy blancas, hija no son de varón.
—Yo les quitaré los guantes para que las queme el sol.
—Conocerante en los ojos, que otros más lindos no son.
—Yo los revolveré, padre, como si fuera un traidor.
Al despedirse de todos, se le olvida lo mejor:
—¿Cómo me he de llamar, padre? —Don Martín el de Aragón.
—Y para entrar en las cortes, padre ¿cómo diré yo?
—Besoos la mano, buen rey, las cortes las guarde Dios.
Dos años anduvo en guerra y nadie la conoció
si no fue el hijo del rey que en sus ojos se prendó.
—Herido vengo, mi madre, de amores me muero yo;
los ojos de Don Martín son de mujer, de hombre no.
—Convídalo tú, mi hijo, a las tiendas a feriar,
si Don Martín es mujer, las galas ha de mirar.
Don Martín como discreto, a mirar las armas va:
—¡Qué rico puñal es éste, para con moros pelear!
—Herido vengo, mi madre, amores me han de matar,
los ojos de Don Martín roban el alma al mirar.
—Llevarasla tú, hijo mío, a la huerta a solazar;
si Don Martín es mujer, a los almendros irá.
Don Martín deja las flores, un vara va a cortar:
—¡Oh, qué varita de fresno para el caballo arrear!
—Hijo, arrójale al regazo tus anillas al jugar:
si Don Martín es varón, las rodillas juntará;
pero si las separase, por mujer se mostrará.
Don Martín muy avisado hubiéralas de juntar.
—Herido vengo, mi madre, amores me han de matar;
los ojos de Don Martín nunca los puedo olvidar.
—Convídalo tú, mi hijo, en los baños a nadar.
Todos se están desnudando; Don Martín muy triste está:
—Cartas me fueron venidas, cartas de grande pesar,
que se halla el Conde mi padre enfermo para finar.
Licencia le pido al rey para irle a visitar.
—Don Martín, esa licencia no te la quiero estorbar.
Ensilla el caballo blanco, de un salto en él va a montar;
por unas vegas arriba corre como un gavilán:
—Adiós, adiós, el buen rey, y tu palacio real;
que dos años te sirvió una doncella leal!.
Óyela el hijo del rey, trás ella va a cabalgar.
—Corre, corre, hijo del rey que no me habrás de alcanzar
hasta en casa de mi padre si quieres irme a buscar.
Campanitas de mi iglesia, ya os oigo repicar;
puentecito, puentecito del río de mi lugar,
una vez te pasé virgen, virgen te vuelvo a pasar.
Abra las puertas, mi padre, ábralas de par en par.
Madre, sáqueme la rueca que traigo ganas de hilar,
que las armas y el caballo bien los supe manejar.
Tras ella el hijo del rey a la puerta fue a llamar.

Anónimo



Para leer otros romances podemos visitar: http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12593062007038203087624/029127_0001.pdf


Al comenzar el viaje ...

... debes rogar que el viaje sea largo,

lleno de peripecias, lleno de experiencias.

No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,

ni la cólera del airado Posidón.

Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta

si tu pensamiento es elevado, si una exquisita

emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo ...


Konstantínos Kaváfis; Ítaca


Los lotófagos son hombres que se alimentaban de loto, un fruto dulce como la miel que les otorgaba un "paraiso". Este fruto daba la serenidad y el olvido a quienes lo probaban que únicamente ansiaban quedarse en esa tierra. En la Odisea, poema épico griego compuesto por 24 cantos en los que se narran las aventuras de Ulises en su regreso de la Guerra de Troya, encontramos una de las primeras referencias:

"... vinieron a dar con los hombres
que se nutren del loto y que, en vez de tramarles la muerte,
les hicieron su fruto comer. El que de ellos probaba
su meloso dulzor, al instante perdía todo gusto
de volver y llegar con noticias al suelo paterno;
sólo ansiaba quedarse entre aquellos lotófagos, dando
al olvido el regreso, y saciarse con flores de loto.
Los conduje a las naves por fuerza y en llanto; arrastrélos
por la cala y , al fin, los dejé bien atados debajo
de los bancos. Al punto ordenaba a mis otros amigos
que embarcaran aprisa en las rápidas naves, no fuese
que comieran algunos la flor y olvidasen la patria".

Odisea, Canto IX, 76-104

Desde la Antigüedad han sido muchos los intentos de localizar geográficamente este pueblo así como la planta de la que se alimenta. Se piensa que el pueblo de los lotófagos estaba ubicado en el norte de África, concretamente, en la costa de Libia. Este no era un pueblo hostil. El olvido era el único peligro al que se enfrentaban los que llegaban a esta isla.

Existen referencias a los lotófagos en la actualidad. Quizás una de las más conocidas es la de los niños perdidos de Peter Pan. Estos personajes los encontramos en el País de Nunca Jamás. Tienen varias características similares a las que podríamos encontrar en los habitantes de la isla de los lotófagos. Una de las más llamativas es el hecho de que solo recuerdan el presente. No sabían quiénes eran sus antepasados ni por qué estaban allí. Estos personajes viven un eterno presente sin ninguna preocupación. Los que comen el loto olvidan sus propios nombres, el de su patria, etc. No sabían dónde estaban ni hacia dónde se dirigían.

Por todo esto, el país de los lotófagos es calificado a lo largo del tiempo como una especie de "paraiso". La propuesta de este blog es que la lectura sea como la flor de loto de la que se alimentaba este pueblo. A través de un libro podemos llegar a este lugar en el que no hay preocupaciones ni conflictos y que está al alcance de todos.