domingo, 19 de diciembre de 2010

Los clásicos también son divertidos: Cervantes y El Quijote

El Quijote constituye una muestra de los géneros de su época: desde el esquema básico de la novela picaresca, el género pastoril, las novelas de aventuras, los cuentos, los diálogos literarios o la poesía amorosa. Un aspecto destacable de la obra es la parodia de los libros de caballerías. Hay una clara crítica a este tipo de lecturas que siempre mantenían una misma estructura: un caballero valeroso y apuesto que sufría una serie de desventuras y se enfrentaba a diversos peligros de los que siempre salía airoso, con el fin de conquistar el amor de una bella dama. Cervantes nos presenta, en cambio, un personaje ya entrado en años, alto y desgarbado, seco de carnes y de triste figura, que pierde el juicio tras la lectura de los citados libros de caballerías. Acompañado por un escudero-labrador y rodeado de diversos personajes, sufrirá todo tipo de tribulaciones que Cervantes acompaña de una agridulce grandeza ética y estética.





Capítulo III. Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero
[...]El ventero, que, como está dicho, era un poco socarrón y ya tenía algunos barruntos de la falta de juicio de su huésped, [...] por tener qué reír aquella noche, determinó de seguirle el humor; y así, le dijo que andaba muy acertado en lo que deseaba y pedía. […] Díjole también que en aquel su castillo no había capilla alguna donde poder velar las armas [...]; pero que, en caso de necesidad, él sabía que se podían velar dondequiera, y que aquella noche las podría velar en un patio del castillo; que a la mañana, siendo Dios servido, se harían las debidas ceremonias, de manera que él quedase armado caballero.[…]Se dio luego orden como velase las armas en un corral grande que a un lado de la venta estaba; y, recogiéndolas don Quijote todas, las puso sobre una pila que junto a un pozo estaba, y, embrazando su adarga, asió de su lanza y con gentil continente se comenzó a pasear delante de la pila; y cuando comenzó el paseo comenzaba a cerrar la noche.
[...]Llegó otro (arriero) con la mesma intención de dar agua a sus mulos; y, llegando a quitar las armas para desembarazar la pila, sin hablar don Quijote palabra y sin pedir favor a nadie, soltó otra vez la adarga y alzó otra vez la lanza, y, sin hacerla pedazos, hizo más de tres la cabeza del segundo arriero, porque se la abrió por cuatro[...].


Capítulo XXI. Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras cosas
De allí a poco, descubrió don Quijote un hombre a caballo, que traía en la cabeza una cosa que relumbraba como si fuera de oro, y aún él apenas le hubo visto, cuando se volvió a Sancho y le dijo: […]Si no me engaño, hacia nosotros viene uno que trae en su cabeza puesto el yelmo de Mambrino, sobre que yo hice el juramento que sabes.
–No sé nada –respondió Sancho–; mas, a fe que si yo pudiera hablar tanto como solía, que quizá diera tales razones que vuestra merced viera que se engañaba en lo que dice.
[…]Es, pues, el caso que el yelmo, y el caballo y caballero que don Quijote veía era esto: […]venía el barbero, y traía una bacía de azófar; y quiso la suerte que, al tiempo que venía, comenzó a llover, y, porque no se le manchase el sombrero, que debía de ser nuevo, se puso la bacía sobre la cabeza; y, como estaba limpia, desde media legua relumbraba. Venía sobre un asno pardo, como Sancho dijo […]. Y cuando él vio que el pobre caballero llegaba cerca, sin ponerse con él en razones, a todo correr de Rocinante le enristró con el lanzón bajo, llevando intención de pasarle de parte a parte; mas cuando a él llegaba, sin detener la furia de su carrera, le dijo:
–¡Defiéndete, cautiva criatura, o entriégame de tu voluntad lo que con tanta razón se me debe!
El barbero, que, tan sin pensarlo ni temerlo, vio venir aquella fantasma sobre sí, no tuvo otro remedio, para poder guardarse del golpe de la lanza, si no fue el dejarse caer del asno abajo; y no hubo tocado al suelo, cuando se levantó más ligero que un gamo y comenzó a correr por aquel llano, que no le alcanzara el viento. Dejóse la bacía en el suelo, con la cual se contentó don Quijote […].

Tenemos a un Quijote que, tras creerse nombrado caballero andante va a recorrer polvorientos caminos con la intención de desfacer entuertos y salvar doncellas hasta verse, mediante estos sacrificios, digno merecedor del amor de su dama, Dulcinea del Toboso. Desde luchar contra molinos de viento o cueros de vino tinto, liberar a los galeotes presos, creer que una posada era un castillo o una palangana de barbero un yelmo de oro hasta la imitación de la penitencia de Amadís de Gaula para lo cual decide quedarse en Sierra Morena en la que desnudándose con toda priesa los calzones, quedó en carnes y en pañales,y luego, sin más ni más, dio dos zapatetas en el aire y dos tumbas, la cabeza abajo y los pies en alto, descubriendo cosas que, por no verlas otra vez, volvió Sancho la rienda a Rocinante y se dio por contento y satisfecho de que podía jurar que su amo quedaba loco, a lo largo de todas estas aventuras, el Quijote va conquistando, no castillos ni riquezas ni el amor de ninguna dama, pero sí el corazón del lector, que quedará para siempre prendado de este entrañable personaje.


No hay comentarios:

Publicar un comentario