Los primeros romances tienen su origen en fragmentos de los antiguos cantares de gesta según la tesis tradicionalista. Originariamente, fueron compuestos para ser recitados al son de un instrumento. Según Menéndez Pidal: "Los oyentes se hacían repetir el pasaje más atractivo del poema que el cantor les cantaba; lo aprendían de memoria y al cantarlo ellos, a su vez, lo popularizaban, formando con esos pocos versos un canto aparte, independiente: un romance". El pueblo al aprenderlos utilizó la forma más fácil y breve; de forma que el segundo hemistiquio del cantar de gesta pasó a ser el segundo verso del romance y así sucesivamente. Más tarde, los juglares compusieron otros muchos romances inventados por ellos, generalmente más extensos y con una temática más amplia dónde daban noticias, recogían leyendas populares, etc.
Frente a la tesis tradicionalista, encontramos la denominada tesis individualista que sostiene que los romances fueron creados desde un principio como género independiente de los cantares de gesta. Este género habría surgido por un acto de invención de algún poeta con el que consiguió un inmediato éxito.
1- Pliegos sueltos conservados en
algunas bibliotecas.
2- La tradición oral moderna
Entre las clases de romances encontramos los históricos, los épicos y los líricos o novelescos. Los históricos tratan sucesos correspondientes al siglo XV aunque los hay anteriores. Los épicos desarrollan temas propios de los cantares de gesta. Finalmente, los líricos o novelescos suelen contar historias de amor dónde las mujeres suelen tener el protagonismo fundamental.
Podemos diferenciar diversas funciones en los romances. Principalmente, la función de estas composiciones era el entretenimiento. Se narraba una historia interesante de modo que fuera comprensible para el auditorio. Otra función es la de dar a conocer hechos de la historia más o menos reciente aunque no por ello este tipo de composiciones son fieles a la realidad histórica. Por último, también eran usados por el pueblo para acompañar las tareas del campo o del trabajo en grupo, durante las faenas domésticas, etc.
En la actualidad, podemos encontrar composiciones pertenecientes al romancero viejo interpretadas por grupos de música:
Pregonadas son las guerras de Francia para Aragón,
¡Cómo las haré yo, triste, viejo y cano, pecador!
¡No reventaras, condesa, por medio del corazón,
que me diste siete hijas, y entre ellas ningún varón!
Allí habló la más chiquita, en razones la mayor:
—No maldigáis a mi madre, que a la guerra me iré yo;
me daréis las vuestras armas, vuestro caballo trotón.
—Conoceránte en los pechos, que asoman bajo el jubón.
—Yo los apretaré, padre, al par de mi corazón.
—Tienes las manos muy blancas, hija no son de varón.
—Yo les quitaré los guantes para que las queme el sol.
—Conocerante en los ojos, que otros más lindos no son.
—Yo los revolveré, padre, como si fuera un traidor.
Al despedirse de todos, se le olvida lo mejor:
—¿Cómo me he de llamar, padre? —Don Martín el de Aragón.
—Y para entrar en las cortes, padre ¿cómo diré yo?
—Besoos la mano, buen rey, las cortes las guarde Dios.
Dos años anduvo en guerra y nadie la conoció
si no fue el hijo del rey que en sus ojos se prendó.
—Herido vengo, mi madre, de amores me muero yo;
los ojos de Don Martín son de mujer, de hombre no.
—Convídalo tú, mi hijo, a las tiendas a feriar,
si Don Martín es mujer, las galas ha de mirar.
Don Martín como discreto, a mirar las armas va:
—¡Qué rico puñal es éste, para con moros pelear!
—Herido vengo, mi madre, amores me han de matar,
los ojos de Don Martín roban el alma al mirar.
—Llevarasla tú, hijo mío, a la huerta a solazar;
si Don Martín es mujer, a los almendros irá.
Don Martín deja las flores, un vara va a cortar:
—¡Oh, qué varita de fresno para el caballo arrear!
—Hijo, arrójale al regazo tus anillas al jugar:
si Don Martín es varón, las rodillas juntará;
pero si las separase, por mujer se mostrará.
Don Martín muy avisado hubiéralas de juntar.
—Herido vengo, mi madre, amores me han de matar;
los ojos de Don Martín nunca los puedo olvidar.
—Convídalo tú, mi hijo, en los baños a nadar.
Todos se están desnudando; Don Martín muy triste está:
—Cartas me fueron venidas, cartas de grande pesar,
que se halla el Conde mi padre enfermo para finar.
Licencia le pido al rey para irle a visitar.
—Don Martín, esa licencia no te la quiero estorbar.
Ensilla el caballo blanco, de un salto en él va a montar;
por unas vegas arriba corre como un gavilán:
—Adiós, adiós, el buen rey, y tu palacio real;
que dos años te sirvió una doncella leal!.
Óyela el hijo del rey, trás ella va a cabalgar.
—Corre, corre, hijo del rey que no me habrás de alcanzar
hasta en casa de mi padre si quieres irme a buscar.
Campanitas de mi iglesia, ya os oigo repicar;
puentecito, puentecito del río de mi lugar,
una vez te pasé virgen, virgen te vuelvo a pasar.
Abra las puertas, mi padre, ábralas de par en par.
Madre, sáqueme la rueca que traigo ganas de hilar,
que las armas y el caballo bien los supe manejar.
Tras ella el hijo del rey a la puerta fue a llamar.
Anónimo
Para leer otros romances podemos visitar: http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12593062007038203087624/029127_0001.pdf
No hay comentarios:
Publicar un comentario